Deacon Anthony Trujillo
What did Jairus and the woman who came to Jesus have in common? Faith and action. The two of them had everything against them from approaching Jesus, but they did it anyway. The lady secretly touched Jesus' garment, and Jairus fell to his knees at his feet.
Today's Gospel tells us that a miracle requires faith in action, on our part. In the gospel the two were in need of a miracle. The woman, for her, and Jairo for his daughter. The first thing they had to do was to have an encounter with Jesus. This forced both to leave their safety zones and in both situations enter a place of risk.
The woman had to use her courage and force her way through the people and Jairus was a well-known Jewish leader. The woman, because of her constant bleeding, was not allowed to go out in public or enter the temple to pray even for herself, and when she was in public she was forced to shout "unclean,” so that people would know she was there. On top of that, she was forbidden to touch other people as she did Jesus. Because touching other people would make them unclean.
Jairus, as a religious leader, had to consider Jesus a false prophet, preach to others to stay away from Jesus, and work toward his arrest and death. Or for him, face the same persecution as Jesus.
We see that these two did not sit at home complaining that life was bad or unfair to them. For them to achieve their miracle, they had to leave parts of their lives behind. For both, the first thing that went away was fear, which translated into courage.
Which leads us to wonder. If I need a miracle in my life, what do I have to leave behind? What do I have to do on my part to receive the miracle? In addition, we must ask ourselves, what do I want from this miracle. It is not enough to say, I just want to be happy; it should have a goal, but not to gain something, but better to bring us closer to God. Don't be like the man looking for a parking space in a crowded lot who makes many promises to God if only He would open a space for him. Suddenly he sees one and says to God, "never mind God, I found one."
Reflexión – 30 de Junio 2024
13o Domingo del Tiempo Ordinario
Diacono Anthony Trujillo
¿Qué tenían en común Jairo y la mujer que se acercó a Jesús? Fe y acción. Ambos tenían todo en su contra impidiéndolos que se acercaran a Jesús, pero lo hicieron de todos modos. La señora tocó en secreto el manto de Jesús y Jairo cayó de rodillas a sus pies.
El Evangelio de hoy nos dice que un milagro requiere fe en acción, de nuestra parte. En el evangelio los dos estaban en necesidad de un milagro. La mujer, para ella, y Jairo para su hija. Lo primero que tenían que hacer era tener un encuentro con Jesús. Esto obligó a ambos a salir de sus zonas de seguridad y en ambas situaciones entrar en un lugar de riesgo.
La mujer tuvo que emplear su valor y forzar su camino a través de la gente y Jairo era un conocido líder judío. A la mujer, debido a su constante sangrado, no se le permitía salir en público o entrar al templo para rezar ni para ella misma, y cuando estaba en público era obligada a gritar "impura, para que la gente supiera que estaba allí. Además de eso, se le prohibió tocar a otras personas como lo hizo con Jesús. Porque al tocar a otras personas las haría impuras.
Jairo, como líder religioso, debía considerar a Jesús un falso profeta, predicar a los demás para que se mantuvieran alejados de Jesús y trabajar hacia su arresto y muerte. O para él, enfrentar la misma persecución como Jesús.
Vemos que estos dos no se sentaron en casa quejándose de que la vida era mala o injusta para ellos. Para que alcanzaran su milagro tuvieron que dejar atrás partes de sus vidas. Para ambos, lo primero que se fue era, el miedo, lo que se tradujo en valor.
Lo que nos lleva a preguntarnos. Si necesito un milagro en mi vida, ¿qué tengo que dejar atrás? ¿Qué debo hacer de mi parte para recibir el milagro? Además, tenemos que preguntarnos, qué quiero de este milagro. No basta con decir, solo quiero ser feliz; debería tener un objetivo, pero no para ganar algo, más bien para acercarnos más a Dios. No seas como el hombre que busca un espacio de estacionamiento en un lote lleno, que hace muchas promesas a Dios si tan solo le abriera un espacio. De repente ve uno y le dice a Dios: "olvídalo, Dios, ya encontré u